quinta-feira, 12 de março de 2009

Respuesta de Franz Hinkelammert a Antonio Salamanca

Franz Hinkelammert



Respuesta a Antonio Salamanca Serrano: La verificación de la satisfacción de las necesidades materiales criterio para juzgar el utilitarismo, el consecuencialismo y la ética del bien común



He leído el trabajo de Antonio Salamanca con mucho interés. Creo que hay que comentarlo. Pero no puedo dar una respuesta completa. Voy a hacer comentarios sobre algunos temas, que aparecen en este trabajo. Quiero hacer ver solamente las discrepancias que me surgen al leerlo a partir de citas pertinentes. Todo, sin embargo, tiene un carácter provisorio.

1.El trabajo abstracto.

Quiero empezar con algunas citas relativas al concepto de trabajo abstracto:

La finalidad del sistema económico, como coordinación social del trabajo, es la producción de satisfactores (valores de uso) que sirvan a la producción y reproducción de la vida humana (valores-vida humana). K. Marx, en su crítica al capitalismo, elaboró su análisis tomando al trabajo abstracto como medida objetiva para mensurar los valores de cambio, y no al valor de uso

En el análisis marxiano tradicional se ha mensurado únicamente el ‘tiempo de trabajo’.

Para Marx, éste (el trabajo abstracto) era el único parámetro que permitía la conmensurabilidad de las mercancías

No me parece. La tesis central de Marx es que el mercado reduce la relación entre las mercancías a una expresión de trabajo abstracto. Eso en el sentido de que los precios son manifestaciones del trabajo abstracto. Marx no sostiene que lo son, sino que el mercado las trata así al cuantificar esta relación. No es Marx que las reduce a esta relación, sino el mercado:

Para Marx, éste (el trabajo abstracto) era el único parámetro que permitía la conmensurabilidad de las mercancías

Esos es cierto: el mercado tiene que hacer conmensurables las mercancías cuantitativamente. Solamente el tiempo de trabajo permite esta conmensurabilidad. Por eso, en los precios se manifiesta. Se trata de la razón que explica por que el mercado reduce esta relación a trabajo abstracto. No lo hace por que Marx lo quiere, sino el análisis lleva a Marx a la tesis de que el mercado reduce la relación cuantitativa entre mercancías a una relación derivada del trabajo abstracto. Es un resultado del análisis y no una opción que se puede cambiar.

Lo mismo hará necesariamente el mercado en el socialismo y lo hizo el mercado en tiempos precapitalistas.

Otra cosa es el hecho de que muchos socialistas buscaron – aunque más bien teóricamente – sustituir le equivalencia mercantil por una equivalencia de horas de trabajo directamente. Para la organización del cálculo económico en el socialismo histórico nunca ha jugado ningún papel. Si hoy Heinz Dietrich vuelve con esta idea, lo considero igualmente que Antonio como un atavismo.

2. Los valores y el sistema de valores

Si le interpretamos bien, su propuesta –que también compartimos– es ir hacia una teoría del valor vida humana. Este valor permite reproducir el valor de uso, las condiciones de reproducción del sujeto productor y de la naturaleza

Esta tesis es central para ver la diferencia del enfoque de las necesidades humanas. Lo que hace Antonio es como una inversión del punto de vista que hacemos nosotros. Para mí, la vida humana no es un valor. Tampoco es valor máximo. Al declararla un valor, se la declara un objeto del análisis, con sus definiciones y medidas correspondientes. La vida es lo que trasciende todos los valores y todas las medidas. Se puede explicar con lo que Espinoza llama el conatos, aunque no sea lo mismo:

Conatus esse conservandi primum et unicum virtutis est fundamentum – el impulso por conservarse es el primero y el único fundamento de la virtud (de la ética). Se podría deciur también: el impulso por conservar la vida es el primero y el único fundamento de todos los valores.

Todos los valores, todas las necesidades son variables en relación con este conatos. Jamás se puede sustituir esta relación con la vida por la relación a algo como un sistema de necesidades, que es la otra cara de un sistema de valores. Antonio nos reprocha:

No habría entonces ninguna necesidad que se mantuviera constante a lo largo de la historia como un ‘a priori’ para la vida. Sin embargo, a nuestro juicio, esto es un dogma asumido acríticamente y que lleva a Hinkelammert y H. Mora a la contradicción de, por un lado, negarse intelectualmente a investigar el hecho del sistema integrado de necesidades como sistema limitado de necesidades universales, interdependientes y constantes históricas, y, por otro, afirmar que de las leyes de la naturaleza se derivan las condiciones para vivir

No habría entonces ninguna necesidad que se mantuviera constante a lo largo de la historia como un ‘a priori’ para la vida. Efectivamente, la constante a lo largo de la historia es la vida misma. Por eso insistimos al comienzo del libroi: El sentido de la vida es vivirla. En Antonio l objetivización de la vida como sistema de necesidades sustituye a la vida y la vida se transforma en unA actividad al servicio de la objetivación de la vida. Eso lleva a expresiones que considero muy raras. Por ejemplo:

Un abrazo es un satisfactor afectivo, útil para la satisfacción de la necesidad afectiva, pero no se ha producido en la praxis laboral; no es un satisfactor laboral.

Cuando doy un abrazo a alguien, no es eso un satisfactor de mi necesidad afectiva, no tampoco de alguna necesidad afectiva de otro. Lo hago porque da la gana de hacerlo. Y si el otro no responde, se trata de una desgracia. Eso no tiene nada que ver con el cálculo de satisfactores y de necesidades. Si hago estos cálculos por ejemplo para satisfacer las necesidades de afecto de un niño, el abrazo queda vacío y produce precisamente la soledad del niño que quiero evitar. Serían abrazos falsos.

Eso tamborn en otros casos. Yo no como para satisfacer mi necesidad de alimentos. Yo como porque tengo hambre. Y tomo líquido para mi se. Y me visto por el frío o por sentir vergüenza al andar desnudo. No lo hago para satisfacer necesidad alguna. Y quiero conocer porque tengo curiosidad.

Eso no quita hacer las reflexiones sobre las necesidades, inclusive necesidades universales. Pero son vacías. Tienen que concretizarse.

Como para satisfacer el hambre. Pero reflexiono para no comer exagerado, si no quiro engordarme demasiado. Por tanto, puedo comer lo necesario. Nosotros negamos esta reflexión, pero la aceptamos solamente como segunda instancia. Si no, terminamos en un restaurante McDonald calculando calorías. Y el peligro es caer en la anorexia.

Estas necesidades, a mi entender, no se derivan de leyes de la naturaleza, como Antonio sostiene. Se especifican en un mundo en el cual rigen tales leyes. Ninguna necesidad específica se deriva de ninguna ley. Partimos nosotros de un ser humano necesitado, que específica las necesidades en un mundo regido por leyes.

Se abre aquí todo el problema del sistema de las necesidades. Un tema que el propio Marx reconocía fundamental en los Grundrisse, y merecedor de futuras investigaciones. Sin embargo, por sus prejuicios ‘antiesencialistas’ Marx siempre afirmó que las necesidades son una creación histórica….. Mas bien, lo que nosotros denunciamos es el ‘historicismo metafísico hegeliano’ presente en Marx, en parte, y en buena parte de la tradición marxista, que les lleva a presuponer que el movimiento histórico se sustenta sobre sí mismo; que las necesidades de la vida humana se crean en la historia; que no distingue entre necesidades materiales (universales, limitadas, estructurales, constantes) y los satisfactores (particulares, potencialmente ilimitados, estructurales y contingentes históricos).

Aunque Marx hable de creación de necesidades, lo entiende en el sentido de especificación. Y la especificación es histórica. Eso es hoy más claro que nunca. Desde el merca do se está “creando” necesidades” todo el tiempo hasta el cansancio de los consumidores que no pueden escapar. Es también especificación, pero en tanto grado compulsiva, que se habla de creación.

Antonio habla en la cita que son llevados a presuponer que el movimiento histórico se sustenta sobre sí mismo. Pero se trata de que la vida misma es el criterio para todas las especificaciones de la propia vida. No sé porque eso es historicismo metafísico hegeliano’ y porque reprochar prejuicios ‘antiesencialistas’. Lo que Marx quiere evitar sustituir la vida como critero para todas las formas de vivir por criterios abstractos. Estos criterios deben estar siempre en segundo lugar, lo que no es su negación.

3. lo útil y su cálculo.

¿cómo se calcula la utilidad y las consecuencias de las acciones?
…si la ética del bien común quiere poder medir la utilidad de un producto, de un satisfactor laboral, además de tener que definir la utilidad, —lo que no realizarse sin afrontar el sistema de necesidades en el que se concreta la vida de la especie humana—, tendrá que hacerlo en el marco del sistema económico socialista. Sabido es que el sistema económico capitalista entiende por utilidad —y verifica la medición de la misma— la obtención de beneficio económico en el mercado

Aquí es básico: el bien común no mide la utilidad del producto y puede medirlo. Puede usar medidas y tuene que usarlas, peri la medida jamás puede expresar el biuen común. Hay un problema con la palabra utilidad. El bien común es un bien de todos y de cada uno, - en este sentido es útil – pero al someterlo al cálculo se lo destruye.

Antonio aquí sostiene que el sistema capitalista entiende utilidad como la obtención de beneficio económico en el mercado.

El sistema capitalista hace mucho más. Somete todo al cálculo de utilidades, aunque no haya ganancias. El general Massis decía: la tortura es útil, por tanto, es necesaria. Lo podemos extender: la guerra es útil, por lo tanto, es necesario. No se trata de utilidades del mercado. Se trata de la totalización del cálculo de utilidad a toda forma de vida humana. Sobre esta base se forma el capitalismo. Esta totalización del cálculo implica y lleva a la obtención de beneficio del mercado. Pero es mucho más amplia.

Por eso el concepto del valor de uso en Marx. No tiene medida, excepto medidas físicas. Dos sacas de para son más que un saco de papa. Pero saco de papa no es ni más ni menos que un saco de tomates. No son conmensurables.

Antonio no respeta eso. Sostiene que el valor de uso de un bien o producto, que tiene que ver con más magnitudes que el tiempo de trabajo.

Da ejemplos:

una casa con estructura de ladrillo y cemento tiene más valor de uso que otra hecha de cartón
una casa cuyos cimientos se han hecho con buena maquinaria excavadora tiene más valor de uso que otra cuya cimentación se hizo con picos mochos
tendrá más valor de uso una casa que por su extensión ha necesitado 1 año de horas de trabajo, que otra, que por la misma extensión ha necesitado 6 meses

Su conclusión disuelve el concepto del valor de uso:

Respondiendo sintéticamente diremos que el mensuramiento y verificación de la utilidad de los valores de uso laborales se mide a través del precio en el mercado socialista.

El valor de uso es ahora el precio del mercado socialista. Pero ¿en qué se distingue del precio del mercado capitalista? Se distinguen por que se trata ahora de un mercado intervenido, sea por el Estado o por movimientos sociales. Pero reduce el precio igualmente a manifestación del trabajo abstracto. Además, de hecho Antonio lo dice expresamente en sus ejemplos, aunque sin analizarlo.

Pero una casa es el lugar de vivir. Como tal lo es independientemente de su valor en precios, sea del mercado capitalista o del socialista. Puede ser humanamente indigna. Pero sigue siendo el lugar de vivir. Si un pobre pierde su casa de cartón y otro si casa de ladrilos, ambos pierden su lugar de vivir. No pierde uno más que el otro. Mediciones y estadísticas no pueden expresar eso, un cálculo no tiene sentido. Uno pierde una lugar de vivir indigno humanamente y el otro uno aceptable. Pero en cuanto pierden su lugar de vivir, lo pierden igualmente. Antonio no puede expresar eso, mientras Marx sí puede.

Aparece un nivel de valores que no cabe en ningún sistema de necesidades. Son los valores por sí. Son más específicamente valores del bien común. Son valores que no se pueden calcular, pero que a la vez no se deben calcular. El cálculo los destruye. No son de un más o menos, pero tampoco son valores absolutos. Atraviesan todo cálculo posible. Calcularlos destruye la misma base del cálculo.

Para mencionar algunos:

- La integración del ser humano – todo ser humano – en el circuito natural de la vida humana, que implica y desde el cual se impone la integración en el circuito natural de toda la vida. Quien calcula esta necesidad, calcula la explotación y la exclusión del otro. El mismo cálculo lo transforma en explotador y dominador. Porque va a escoger lo que más rinde: la integración o el rechazo a la integración.

- Lo mismo el valor de la paz. Quien calcula la paz, calcula la guerra. Quien calcula las ventajas de la paz, calcula las ventajas de la guerra. Con eso prepara la guerra. Eso no es pacifismo absoluto, inclusive guerras pueden inevitables. Pero significa que no hay guerras justas. Son otra vez guerras calculadas y toda guerra que se declara justa se declara guerra total. El Occidente hace puras guerras justas, por eso, puras guerras totales hasta de exterminio. No hay paz perpetua como meta por lograr de una vez por todas. Se puede evitar solamente la próxima guerra que se está preparando. Si se evita la guerra que se está preparando y si se la vuelve a evitar, la paz puede ser perpetua. Puede ser perpetua porque no se hacen guerras para la paz. El Occidente hace guerras justas para la paz. Resultaron las peores guerras de la historia humana y siguen siéndolo.

El bien común y sus valores son valores por sí. Por eso, son valores anteriores al cálculo de su utilidad. Calcular el bien común es destruirlo. Es un bien de todos y es un bien para cada uno. Pero no es de interés de cada uno. Está en conflicto con los intereses calculados de muchos, posiblemente de cada uno. El bien común limita el cálculo de intereses y por eso realiza un bien. En este sentido es útil. Pero en el sentido del dadaísta Picabia: lo indispensable es inútil. El mismo bien común es inútil visto desde el punto de vista de los intereses calculados. Pero si no lo reivindicamos, no podemos vivir.

Lo que nos amenaza no es simplemente la maximización de las ganancias. Es la reducción de toda acción humana a la persecución de intereses cuya utilidad es calculada. Desde este punto de vista todo valor por sí no es nada más que una distorsión de la racionalidad subyacente al cálculo: distorsión del mercado, distorsión de la guerra, distorsión de cualquier mecanismo de funcionamiento. Casi todos los derechos humanos no son más que distorsiones de las acciones calculadas en cuanto a su utilidad.

Claro, ahora es problemático hablar en cuanto a este enfoque como de utilitarismo o de consecuencialismo, aunque sea posible. Nuestra percepción nbormal de utilidad es de una utilidad calculada. El mismo consecuencialismo es concebido más bien en términos de causas y efectos. Eso lleva fácilmente a malentendidos. Pero se puede hacerlo siempre y cuando se toma en cuenta el doble sentido de la utilidad, que implica del no calcular como un valor clave de cualquier pensamiento de transformación. Me parece que no hay humanismo sin establecer la vigencia de los valores por sí para poner en un segundo lugar todos los cálculos de utilidad.

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