Fernando Gutiérrez Almeira
(de la Red Filosófica del Uruguay, atalamantis@yahoo.com.mx)
1
El pasaje de la República al Imperio Romano no ocurrió por la mera incidencia de ciertas personalidades sino porque las actividades bélicas se volvieron tan extensas y onerosas y la ambición tan grande que hubo de crearse un ejército profesional al cual habrían de pagarle las arcas del estado y el cual fue quedando en manos de altivos jefes militares. En efecto, debido a esta cirscunstancia, el Senado romano, para retener algo de su antiguo poder ciudadano hubo de implementar un sistema de reparto entre estos ambiciosos personajes pero ello no obstó a que pronto todo el poder recayera sobre uno al cual el Senado mismo por temerosa concesión, poco a poco había otorgado cada vez más atribuciones. Él era Julio César, que pronunciando la legendaria frase “Alea jacta est” cruzó el Rubicón, retó la poca autoridad que le restaba aún al Senado y entró en Roma para al poco tiempo hacerse nombrar dictador perpetuo. En un último intento
desesperado, llegados los idus de marzo, se complotaron muchos contra César y lo asesinaron a puñaladas pero eso ya no pudo impedir el excesivo poder militar que no dejaba de existir por ello y volvió a recaer en manos de un jefe único, el cual llegó a ser por fin el primer emperador: Octavio.
2
Estados Unidos fue durante mucho tiempo ideal de república democrática para otras naciones y haciendo acopio de la sangre de millones de inmigrantes dio a luz un auge civilizatorio que se condensó plenamente tras la guerra de Secesión no sin la mácula constante del racismo más hostil y degradante que aún pervive y desvive a afroamericanos e hispanos en aquellas tierras. En andas de su crecimiento interior los Estados Unidos se proyectaron con bríos hacia el exterior, primero viendo a la América Latina como su patio trasero y extendiendo luego sus fauces mucho más allá, incluyendo varios territorios del decadente colonialismo español y luego, impulsados por el quiebre de las guerras mundiales y en consonancia con las viejas potencias europeas, lanzó sus garras sobre el resto del orbe de muchas e insidiosas maneras pero sobre todo por medio de intervenciones militares y con el pretexto fértil de combatir en todas partes al fantasma del
comunismo. ¿Cuál fue la consecuencia de este “avance”? Que el Senado estadounidense poco a poco fue perdiendo poder decisor frente al poder concentrado en el complejo militar industrial cuyo auge corrió paralelo al ascenso global dela hegemonía norteamericana. Las arcas del estado se volcaron cada vez más desaforadamente hacia la gula infinita del pentagonismo y como ya no corren tiempos de emperadores el corporativismo de la industria del armamento, los think thank geopolíticos, los servicios de inteligencia, las instituciones militares, las empresas e instituciones científicas mercenarias, comenzó a actuar y sigue actuando en aquella nación como un oculto poder indiscutible del cual el Presidente y el Senado son cada vez más títeres sin cabeza y autores payasescos de una pseudorrepública seudodemocrática.
3
Como el poder militar exagerado no es más que una gangrena desde el punto de vista económico que solo sabe apelar a mayores contribuciones y más descaradas desde las arcas del Estado, los emperadores romanos hubieron de preocuparse una y otra vez por satisfacer ansias recaudatorias reajustando los viejos sistemas impositivos y tratando de reavivar la vieja economía, mientras entretenian las miserias del pueblo con pan y circo. Pero, puesto que no se puede recaudar de gente pacífica que quiere holgazanear y vivir comodamente para sustentar continuas y exhaustivas guerras de contención fronteriza y de conservación de los territorios conquistados sin que a la larga se agoten los recursos, incluyendo los recursos humanos, y de este modo resulten vaciadas una y otra vez las arcas estatales, los emperadores terminaron enfrentando cada vez mayores exigencias con menos posibilidades llegando a ser títeres de los intereses militares e incluso militares
coronados. Esto engendró la anarquía militar que dio lugar al poder desmedido del férreo Diocleciano, elevado al trono militarmente, ante el cual habia que arrodillarse y cuya autoridad quedó por encima de toda ley y asegurada con crecientes ejércitos...con lo cual el viejo sueño de Roma, finalmente, naufragó frente a la corrosión militar, iniciándose una larga y definitiva decadencia y desfiguración cultural medieval cuya prolongación se debió, basicamente, a la introducción de la táctica mental del catolicismo por parte de Constantino y a crueldades tales como meter plomo fundido en la garganta de los condenados.
4
Con la llegada de George Bush padre a la presidencia de Estados Unidos y la planificación de la mediática guerra del golfo Pérsico se inicia en Estados Unidos una época de auge notorio del pentagonismo que tiene su clara exaltación en las invasiones de Irak y Afganistán. El resultado ha sido que las presiones del complejo militar-armamentístico sobre las estructuras gubernamentales se han vuelto irresistibles para títeres políticos como Bush hijo o el bailarín Obama y el presupuesto militar estadounidense no solo constituye la mitad del gasto militar mundial, muy por encima del gasto de cualquier otra nación del orbe, sino que consume como un cáncer horrendo la mayor parte de la economía de los estadounidenses. Ello significa que la gran preocupación futura en la que estarán sumidos de aquí en adelante, durante muchos años, las mentes gobernantes de los Estados Unidos, serán similar a la de los viejos emperadores romanos: ¿Cómo
continuar indefinidamente con la guerra imperial? ¿Cómo solventarla con las arcas del estado? Y el resultado a largo plazo será posiblemente el mismo: la llegada de la anarquía militar al poder político, la desintegración de la máscara republicana en manos de un descarado autoritarismo militar-plutocrático, el hundimiento de la nación norteamericana en una edad de decadencia y degradación en todos los ámbitos de su existencia. Pero este imperio, como aquel otro, no se hundirá sin antes haber hecho lo posible para durar, para permanecer, para persistir aunque millones deban pagar con su vida, sus cuerpos, su sangre y sus mentes el vil precio de esa oscura duración. Si el futuro de la humanidad solo dependiera de la nación estadounidense entraríamos pronto en una nueva edad media, pero aunque son posibles los paralelismos no son de ningún modo posibles las repeticiones.
desesperado, llegados los idus de marzo, se complotaron muchos contra César y lo asesinaron a puñaladas pero eso ya no pudo impedir el excesivo poder militar que no dejaba de existir por ello y volvió a recaer en manos de un jefe único, el cual llegó a ser por fin el primer emperador: Octavio.
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Estados Unidos fue durante mucho tiempo ideal de república democrática para otras naciones y haciendo acopio de la sangre de millones de inmigrantes dio a luz un auge civilizatorio que se condensó plenamente tras la guerra de Secesión no sin la mácula constante del racismo más hostil y degradante que aún pervive y desvive a afroamericanos e hispanos en aquellas tierras. En andas de su crecimiento interior los Estados Unidos se proyectaron con bríos hacia el exterior, primero viendo a la América Latina como su patio trasero y extendiendo luego sus fauces mucho más allá, incluyendo varios territorios del decadente colonialismo español y luego, impulsados por el quiebre de las guerras mundiales y en consonancia con las viejas potencias europeas, lanzó sus garras sobre el resto del orbe de muchas e insidiosas maneras pero sobre todo por medio de intervenciones militares y con el pretexto fértil de combatir en todas partes al fantasma del
comunismo. ¿Cuál fue la consecuencia de este “avance”? Que el Senado estadounidense poco a poco fue perdiendo poder decisor frente al poder concentrado en el complejo militar industrial cuyo auge corrió paralelo al ascenso global dela hegemonía norteamericana. Las arcas del estado se volcaron cada vez más desaforadamente hacia la gula infinita del pentagonismo y como ya no corren tiempos de emperadores el corporativismo de la industria del armamento, los think thank geopolíticos, los servicios de inteligencia, las instituciones militares, las empresas e instituciones científicas mercenarias, comenzó a actuar y sigue actuando en aquella nación como un oculto poder indiscutible del cual el Presidente y el Senado son cada vez más títeres sin cabeza y autores payasescos de una pseudorrepública seudodemocrática.
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Como el poder militar exagerado no es más que una gangrena desde el punto de vista económico que solo sabe apelar a mayores contribuciones y más descaradas desde las arcas del Estado, los emperadores romanos hubieron de preocuparse una y otra vez por satisfacer ansias recaudatorias reajustando los viejos sistemas impositivos y tratando de reavivar la vieja economía, mientras entretenian las miserias del pueblo con pan y circo. Pero, puesto que no se puede recaudar de gente pacífica que quiere holgazanear y vivir comodamente para sustentar continuas y exhaustivas guerras de contención fronteriza y de conservación de los territorios conquistados sin que a la larga se agoten los recursos, incluyendo los recursos humanos, y de este modo resulten vaciadas una y otra vez las arcas estatales, los emperadores terminaron enfrentando cada vez mayores exigencias con menos posibilidades llegando a ser títeres de los intereses militares e incluso militares
coronados. Esto engendró la anarquía militar que dio lugar al poder desmedido del férreo Diocleciano, elevado al trono militarmente, ante el cual habia que arrodillarse y cuya autoridad quedó por encima de toda ley y asegurada con crecientes ejércitos...con lo cual el viejo sueño de Roma, finalmente, naufragó frente a la corrosión militar, iniciándose una larga y definitiva decadencia y desfiguración cultural medieval cuya prolongación se debió, basicamente, a la introducción de la táctica mental del catolicismo por parte de Constantino y a crueldades tales como meter plomo fundido en la garganta de los condenados.
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Con la llegada de George Bush padre a la presidencia de Estados Unidos y la planificación de la mediática guerra del golfo Pérsico se inicia en Estados Unidos una época de auge notorio del pentagonismo que tiene su clara exaltación en las invasiones de Irak y Afganistán. El resultado ha sido que las presiones del complejo militar-armamentístico sobre las estructuras gubernamentales se han vuelto irresistibles para títeres políticos como Bush hijo o el bailarín Obama y el presupuesto militar estadounidense no solo constituye la mitad del gasto militar mundial, muy por encima del gasto de cualquier otra nación del orbe, sino que consume como un cáncer horrendo la mayor parte de la economía de los estadounidenses. Ello significa que la gran preocupación futura en la que estarán sumidos de aquí en adelante, durante muchos años, las mentes gobernantes de los Estados Unidos, serán similar a la de los viejos emperadores romanos: ¿Cómo
continuar indefinidamente con la guerra imperial? ¿Cómo solventarla con las arcas del estado? Y el resultado a largo plazo será posiblemente el mismo: la llegada de la anarquía militar al poder político, la desintegración de la máscara republicana en manos de un descarado autoritarismo militar-plutocrático, el hundimiento de la nación norteamericana en una edad de decadencia y degradación en todos los ámbitos de su existencia. Pero este imperio, como aquel otro, no se hundirá sin antes haber hecho lo posible para durar, para permanecer, para persistir aunque millones deban pagar con su vida, sus cuerpos, su sangre y sus mentes el vil precio de esa oscura duración. Si el futuro de la humanidad solo dependiera de la nación estadounidense entraríamos pronto en una nueva edad media, pero aunque son posibles los paralelismos no son de ningún modo posibles las repeticiones.
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