sábado, 19 de setembro de 2009

EL PRINCIPIO DE LA TRANSPARENCIA

EL PRINCIPIO DE TRANSPARENCIA

Fernando Gutiérrez Almeira
(de la Red Filosófica del Uruguay, atalamantis@yahoo.com.mx)

Las tablas de la ley romana, que dieron lugar a la primera gran República del orbe, nacieron de la protesta de los plebeyos ante los patricios, protesta que se centraba en el desconocimiento que los plebeyos tenían de las normas aplicadas por los jueces, desconocimiento que favorecía constantemente a los patricios. Así pues, la República romana y la República misma, como idea centrífuga y centrípeta del quehacer político, nacen de la intención de hacer públicas las leyes y válidas para todos sin distinción en igualdad de condiciones. La condición de que leyes sean públicas, es decir, de que se encuentren escritas y publicadas es más importante, ciertamente, que la condición de que sean válidas sin distinción de modo universal, pues la universalidad solo puede ser algo más que una mera intención si mediante la publicación todos los ciudadanos las conocen. Por lo tanto, la objetivación de la ética en el derecho, la eticidad del derecho, depende netamente de la transparencia de las leyes, es decir, de su visibilidad universal. Esta visibilidad universal de la ley, de la que depende su universalidad concreta, su aplicación bajo el criterio razonante del que enjuicia y del que es enjuiciado en la medida de que existan, permite desprender hacia cualquier otro ámbito de la coexistencia humana un principio de transparencia.

En efecto, si consideramos, en primer lugar, los medios de comunicación y los emisores de información en general, de ellos exigimos, en cuanto lo pensamos bien, el que no nos engañen ni oculten lo necesario para la comprensión de la realidad. Le exigimos, pues, al emisor, en la medida en que sabemos que el ocultamiento y el engaño, al distorsionar nuestra visión de lo existente, distorsiona asimismo nuestra acción y nos impide comprender las formas venenosas de la opresión que sufrimos, que transparente las fuentes de las que ha obtenido su información, que se haga cargo de lo que informa frente a la ley y que por sobre todas las cosas no procure ocultar ni trate de engañar. Así pues, el emisor solo dejará de ser un potencial servidor de la opresión del receptor en la medida en que proceda haciendo visible claramente lo que lo impulsa a informar, no enmascarándose en supuestas objetividades imposibles, en la medida en que de referencia de sus fuentes y en la medida en que permita al receptor contrastar con otras fuentes y otros emisores aquella supuesta información que ha emitido. Le exigimos entonces, al emisor, con la misma motivación con que exigimos como ciudadanos la visibilidad universal de la ley, el evitar la opresión debida a la ignorancia, que proceda con transparencia en el uso y transmisión de la información.

Si consideramos, en segundo lugar, el desempeño de los científicos, de ellos deberíamos esperar que no nos oculten el fruto de sus investigaciones ni investiguen para lucrar a partir de aquellos que puedan pagar por ese fruto ni se aboquen a servir perversamente a intereses opresores brindándoles los métodos y los instrumentos para la opresión. Este es el mayor requerimiento ético que se le puede hacer, precisamente, a la tarea científica: la transparencia de las investigaciones desde el momento en que se proponen, tratando por todos los medios que cuanto más relevante sea su importancia para el destino humano mas enterados estén los ciudadanos de las mismas. Sin esta transparencia de la investigación científica los ciudadanos son fácil presa de mecanismos opresivos que los bárbaros científicos hazañosos en secretos y servilismos ayudan a tejer y perpetrar en torno suyo. Será el más vil y el más rastrero el científico que en lugar de servir a esta transparencia de las investigaciones y al beneficio general de todos los ciudadanos se aboque en su lugar a perfeccionar los medios existentes para destruir, corromper, degradar o desintegrar la dignidad y la vida humana. Y entre ellos serán los más abyectos y odiables por todos en su miseria personal y en su fantochada ególatra, aquellos científicos que en lugar de servir al bien común de los ciudadanos sirvan, por un despreciable lucro personal, a la continuidad de las guerras y el militarismo en el orbe.

En fin, miremos hacia donde miremos, vemos que a aquellos que brindan como su mayor servicio el enterarnos de lo que desconocíamos o hacer que se cumpla la voluntad de alguna manera siendo funcionarios o hacer que se cumpla la ley siendo jueces o brindarnos algún producto para su consumo, etc., tenemos la necesidad ética de exigirles que sean transparentes en su labor, que no nos engañen ni nos oculten la información, las normas, los principios, los datos, las prioridades, los requerimientos, etc. sino que por el contrario se esfuercen en que todos estemos enterados y de la manera más clara y distinta de todo lo que, elevándonos sobre la ignorancia, nos hace más capaces de ejercer nuestra dignidad y libertad personal y estar más lejos del alcance de la opresión. Esto equivale a decir que el ciudadano es respetado solamente como tal en cuanto no se lo engaña ni priva de información, en cuanto las autoridades e instituciones laboran para que esto no ocurra, en cuanto aquellos que gobiernan, al contrario de confabularse en secretos de recámara, dan cuenta de sus actos en la medida de lo posible y hacen que todos aquellos que están subordinados a su gobierno den las mismas cuentas con la misma exhaustividad, quedando todos, los gobernantes y los gobernados, desnudos en sus acciones frente a las demandas de la ley siempre visible y siempre universal. Por esto último podemos decir, también, que toda transparencia que se quiera asegurar solo podrá obtenerse y arraigarse si se establece mediante la ley, por lo cual, retrotrayéndonos al origen, queda claro que la transparencia de la ley es el ultimo baluarte de todas las transparencias y será un buen principio de transparencia el que se diga que todo acto o información que sea del interés del ciudadano debe prescribirse mediante ley transparente que al ciudadano le sea visible siempre…la transparencia garantizándose a si misma en contra de la opresión, el secreto, las abyectas investigaciones científicas subterráneas, las manipulaciones comunicacionales, las conspiraciones de los gobernantes contra los gobernados.

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