Con Evo, por Bolivia, por nosotros
Prof. Dr. Carlos Molina Velásquez
Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”, El Salvador. carlosmolinavelasquez@hotmail.com
El domingo 25 de enero, un analista decía que en Bolivia no asistíamos a una revolución, sino a una “EVOlución”. Esto era, por supuesto, un claro reconocimiento al efectivo liderazgo de Evo Morales en el país andino, pero sin ser un rechazo al ímpetu revolucionario de los bolivianos o del mismo presidente. Incluso, hay que decir que los bolivianos tienen buenas razones para desechar la idea de una mera evolución que viniera a reproducir la lógica del “progreso y desarrollo”, tan cara a la retórica neoliberal. Bolivia está siendo reinventada y eso es revolucionario.
En el referendo sobre la reforma constitucional, el triunfo de las fuerzas por el cambio en Bolivia ha sido claro (alrededor del 60%). Habiendo ganado el “sí”, las fuerzas del cambio tienen más elementos para realizar su proyecto. A la oposición, por el contrario, todo se le pone cuesta arriba. Con algo así como el 70% de aprobación, triunfó contundentemente la propuesta de considerar un número menor de hectáreas (5 mil) para que una propiedad agrícola no sea considerada latifundio (un 30% votó a favor de 10 mil hectáreas). Aún con dificultades para implementarla en las propiedades actuales, los bolivianos dieron un duro golpe al latifundio real y a la construcción imaginaria del hacendado como sinónimo de patria y bienestar. Bolivia no será más la finca de unos pocos.
La victoria del presidente Evo Morales es la victoria de Bolivia y de toda la América Latina que mira hacia un horizonte nuevo, con esperanza y sin miedo al cambio. Hacía falta el protagonismo de los indios y las ideas frescas, después de siglos de espera, de lucha silenciosa y sangre derramada. Y esto enfurece a los guardianes de lo viejo, pues les ofende el “arrastre” del indio, con su suéter colorido y su lengua respetuosa.
Incluso muchos de los que nos encontramos a la izquierda del espectro nos sentíamos, en algún momento, incómodos con “el Evo”. “Pasivo”, “confiado”, “débil”, decíamos. Claro, temíamos un golpe fascista, fraguado por los prefectos, los finqueros y la CIA. Pero lo que no sabíamos es que Bolivia nos regalaría con cambios más profundos. No sólo nos encontramos ante un nuevo líder, sino con una nueva manera de ejercer el liderazgo. Hay una fuerza que surge de la voz tranquila, energía inquebrantable que traslucen las palabras suaves pero directas.
No obstante, arrugamos la cara cuando el presidente Morales renunció a las amenazas y prefirió arriesgarse con los llamados al diálogo, a la conversación. Recuerdo cómo, en julio pasado, el presidente Hugo Chávez trató de animar a un amigo boliviano que le manifestó su temor de que la “falta de iniciativa del Evo” pudiera mandar al cuerno todo lo que se había avanzado. Chávez le dijo, más o menos: “Pierde cuidado: ese Evo es indio”. Dicho en “salvadoreño”, era para ofenderse. Indio, es decir, haragán, sucio, analfabeto. Pero el sentido de las palabras de Chávez lo podemos entender mejor ahora que lo indígena se viene perfilando, más bien, como sinónimo de trabajo tenaz, amor a la tierra y sabiduría ancestral.
El indio del Evo demostró que el plan estaba bien cimentado y que no serían los gestos bravucones los que harían temblar a la derecha opositora. El presidente boliviano ha demostrado que sí se puede derrotar la lógica del imperio, con acciones humanas, éticas y arriesgadas. La expulsión del embajador estadounidense, acusado de conspirar contra la institucionalidad boliviana, o la ruptura de relaciones con Israel, a causa del genocidio de los palestinos en Gaza, son sólo algunas de ellas.
Pero la cosa va más allá. Hay un proyecto y hay un sujeto: los bolivianos organizados, cultos y esperanzados, que no sólo dijeron “sí”, sino que han manifestado lo que quieren para su país. Y esto nos deja una profunda lección. En América Latina, parece claro que no queremos injusticia, pobreza, impunidad, pero ¿sabemos lo que queremos? Aún más, ¿sabremos lo que cuesta eso? ¿Estaremos dispuestos a hacerlo?
Los que creíamos que Evo sólo pondría la otra mejilla nos equivocamos. Eso sí, la firmeza no la demostró con tanques o aviones; tampoco los chantajes le van, ni el centrar toda la atención en sí mismo. Fueron los corazones de la India Boliviana los que se movilizaron y vencieron. El presidente Morales no sólo asumió el liderazgo que su país necesita en este momento, sino que nos obliga a todos a replantearnos la noción misma del líder, de su carisma, sus métodos y su lenguaje.
Aunque acostumbrados a ver hacia el Norte, los salvadoreños haríamos bien mirando al Sur, a Bolivia. Encontraríamos no sólo palabras, sino gestos y acciones concretas. Nuestros líderes políticos, así como los aspirantes a asumir un liderazgo que lleve a El Salvador hacia nuevos escenarios de justicia y bienestar para todos, también encontrarán valiosas lecciones. La más importante, me parece, es difícil de expresar con palabras. Pero la clave la encontramos en esa combinación de firmeza y cordialidad del rostro de Evo, el indio.
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