Recibido de Ricardo Salas el 14/8/2009
Declaración Pública
El naturalista polaco, Ignacio Domeyko, en el siglo XIX planteó que no quisiera ver llegar el día en que
Las autoridades chilenas intentan silenciar mediante el uso la fuerza física y simbólica la exigencia que un pueblo hace a fin de ser escuchado. La violencia, tan propia de la dominación, encarna el olvido en que el Estado incurre respecto de la usurpación de las tierras ancestrales y de la exclusión permanente de los pueblos originarios, evidenciando su incapacidad para entender la profundidad y complejidad de las heridas que se les han infringido.
El lenguaje políticamente correcto con que la autoridad encara la situación busca sólo complacer a la opinión pública internacional y convencer a la ciudadanía acerca del cumplimiento de las obligaciones contraídas con los tratados y convenciones internacionales relativas a los derechos humanos de los pueblos originarios. Este lenguaje integra nuevos conceptos sin realmente darles la forma democrática que ellos requieren, al mismo tiempo que se expropia al pueblo mapuche de sus formas de organización, de su acceso al territorio y del genuino reconocimiento a su autonomía.
La autoridad, no obstante las cuidadas expresiones de sus vocerías, inculpa, criminaliza y estigmatiza al pueblo mapuche, presentándole como la fuente y causa de las acciones violentistas, profundizando el racismo, la discriminación y su exclusión. Tal estigmatización no pretende sino la asimilación de la sociedad mapuche a un proyecto nacional y político, donde los pueblos se ven reducidos a meros objetos decorativos del país sin darles el pleno derecho a la realización de sus propios proyectos, potencialidades y sueños.
El tono utilizado por la autoridad encubre la acción unilateral de intereses económicos y políticos que favorecen la expoliación de los recursos de la naturaleza que existen en ese territorio, intereses que operan al amparo de la fuerza policial y de una legislación precaria en cuanto al resguardo de los intereses sustantivos de las personas y comunidades.
La sociedad chilena se ampara en la violencia sin asumir su responsabilidad para encarar las heridas no resueltas. Las autoridades y el sector empresarial, especialmente, deben entender que tales heridas no se resuelven mediante dádivas, leyes de seguridad interior del Estado o programas bien intencionados. No se trata de buenos vecinos sino de ocupaciones ilegales tanto policiales como económicas que merecen ser resueltas antes
de establecer el diálogo al que se dice se aspira. El obrar de otro modo es encubrir la historia que explica la situación que hoy viven las sociedades mapuche y chilena.
El dilema a que nos enfrentamos como sociedad no es por o contra la violencia sino a asumir o no la existencia del pueblo mapuche en la plenitud de sus derechos y autonomía, reconociéndole y aceptando sus autoridades y cultura, haciéndole parte efectiva de un país multicultural. La muerte de otro joven en el territorio mapuche nos priva de esta oportunidad, dejando abierta la herida.
Debbie E. Guerra Maldonado
Presidenta
Colegio de Antropólogos de Chile A.G.
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