sexta-feira, 12 de fevereiro de 2010

Haití 2010: Imperialismo o Revolución. In Memoriam Revolucionaria

Haití 2010: Imperialismo o Revolución
In Memoriam Revolucionaria
Antonio Salamanca Serrano[1]


“Haití ya no permanecerá aislado entre sus hermanos. Los principios de Haití influirán en todos los principios del Nuevo Mundo” (S. Bolívar, Carta al Presidente de Haití Alexander Pétion, 4 de septiembre de 1816).

“La fecha gloriosa de la emancipación del pueblo todavía no ha sonado, las clases populares viven aún en la esclavitud, encadenadas al orden económico por el salario y al orden político por el fraude...” (Luis Emilio Recabarren).




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Hoy se cumple un mes del terremoto ocurrido en Haití el pasado 12 de enero de 2010. Sea esta mi oración en memoria revolucionaria de los más de 200.000 fallecidos, 300.000 heridos, 1.000.000 sin techo, 8.000.000 invadidos, y de cada una de las víctimas del imperialismo capitalista en la historia del sufriente pueblo haitiano.


El imperialismo español (1492-1697)

La satisfacción del sistema de necesidades, esto es, de la necesidad de alimentos, de explorar lo desconocido, de seguridad frente a las agresiones internas o de otros pueblos, etc., así como la lucha contra el deseo patológico en algunos de agredir, someter y explotar a otros, es lo que mueve a los pueblos. Según los historiadores, hace unos 7.000 años, grupos indígenas del Yucatán y/o la Florida se desplazaron hacia las Antillas. En torno al siglo V. a. C. comunidades de taínos-arahuacos sudamericanos (llamados a sí mismos como los buenos, los nobles) ascendieron por la cuenca del río Orinoco, alcanzaron la isla de Trinidad, y desde allí llegaron a poblar las Antillas. Años antes del encontronazo con los europeos, los caribes, pueblos originarios de Sudamérica, habían forzado a los taínos de las Pequeñas Antillas hacia las Grandes Antillas (hoy Cuba, Jamaica, Haití, República Dominicana, Puerto Rico y Trinidad). A consecuencia de la presión taína, los ciboneys, pobladores originarios de estas tierras, dedicados a la caza y pesca, se movieron al oeste de Cuba y Haití. Por esas fechas, los taínos, más numerosos, completaban la actividad agrícola de tala y cultivo de mandioca y maíz con los productos de la caza y la pesca, y se organizaban en comunidades dirigidas por jefes llamados caciques.

El 5 de diciembre de 1492, Colón llega a la isla Quisqueya (La madre de todas las tierras, en taíno). Con él viene parte de un pueblo periférico, el español, navegante y acostumbrado a siglos de guerra contra los musulmanes. Cegados por la fiebre patológica de riquezas y gloria, su comparativa superioridad militar desencadenará y desarrollará un modo de relaciones imperialistas (expropiadoras, explotadoras y violentas) con los pueblos indígenas. La isla estaba dividida en cinco cacicazgos (Higüey, Jaragua, Maguá, Maguana y Marién), subdivididos a su vez en comunidades llamadas nitaínos, con una población de número indeterminado para los historiadores, oscilando entre 120.000 para Rosemblat, y los 3 millones, según Bartolomé de las Casas. Los Cazicazgos, enfrentados entre sí en ocasiones, estaban amenazados por los más belicosos caribes. El cacicazgo de Jaragua (o Xaragua) ocupaba el suroeste de la isla, su poblado principal era Yaguana, cerca de lo que hoy es Puerto Príncipe. Colón comenzó expropiando el nombre a la isla y la bautizaría como La Española. Allí establecerá el primer emplazamiento europeo en América (Fuerte Navidad). Prevaliéndose de las tensiones entre los grupos étnicos, así como de la propia superioridad militar, los españoles dan comienzo a la guerra expropiatoria imperial de las tierras, medios de producción y fuerza de trabajo. Todo en busca del oro y plata, primero, y, luego, de otros productos que servirán de acumulación originaria para el capitalismo europeo, mercantilista primero y luego industrial.

Parte del pueblo taíno se rebeló contra el imperio y resistió la agresión. En 1519, mientras los españoles cometen la Matanza de Cholula, fundan Panamá y Veracruz, y Cortés llega a Tenochtitlán, en Quisqueya, el pueblo taíno, liderado por Enriquillo (Guarocuya, según algunos historiadores) se levanta contra el imperio español. Su padre, natural de Jaragua, fue asesinado por los españoles. Huérfano, Enriquillo se educó entre los dominicos. Si Enriquillo y Guarocuya son la misma persona, era entonces sobrino de Anacaona, hermana del cacique de Jaragua, Bohechío. Con Enriquillo se dio inicio a la Revolución taína de 1519-1533. Los insurgentes se reapropiaron de la Sierra de Bahoruco, que pasó a ser tierra libre de esclavitud. Sin embargo, las enfermedades y la violencia terminaron por someterlos. Los caribes resistieron un poco más, hasta el siglo XVII. Para ese tiempo, la población de los taíno-arahuacos y caribes quedó reducida a pocos miles. Hoy sólo malviven unos 500 caribes en reservas de Dominica, y los pocos arahuacos que han sobrevivido se reparten entre Guyana, Suriname, Guyana Francesa y Puerto Rico. Sea cual fuere el número de habitantes de Quisqueya a la llegada de Colón, lo cierto es que el genocidio español acabó con la vida de más de 100.000 indígenas.

La escasez de fuerza de trabajo en las colonias españolas, para seguir con la explotación imperialista del oro, y, una vez agotado éste en 1525, de la caña de azúcar, ganado y maderas preciosas, etc., determinó al emperador Carlos I de España, y V de Alemania, a autorizar en 1518 a Lorenzo de Garrevod pasar 4.000 esclavos negros a América. La avaricia comercial española del oriente de la isla, y la falta de previsión que necesariamente conlleva, hizo que desde 1603 se despoblara la parte oriental. La seducción de sus buenos puertos, el abandono de las tierras por los colonos, y las facilidades geográficas permitieron que tomaran allí refugio piratas, filibusteros y reos fugados que fundan Saint Domingue. Desde la isla de la Tortuga, con el apoyo de la Compagnie des îles d’Amérique y la Compagnie des Indes Occidentales comienza la colonización francesa. Para 1681 había en Haití 6.648 personas, 2.970 franceses, y 2.000 africanos que trabajaban en treinta ingenios azucareros, y el resto formado por mestizos dedicados al comercio y la agricultura[2].


El imperialismo francés (1697-1804)

En 1697, por el Tratado de Ryswick, España cede a Francia la parte occidental de Quisqueya. En Haití (Tierra montañosa, en lengua aborigen) Francia introdujo unos 20.000 esclavos por año como fuerza de trabajo para la producción de azúcar. Cambió el actor, pero Francia representaba el mismo papel en la relación del capitalismo imperial-colonial. El azúcar se convirtió en la principal mercancía de exportación, y causa de explotación. Haití se transformó en el siglo XVIII en la zona con el mayor número de esclavos y el dominio colonial caribeño más importante de Francia en América. En 1720 Haití superaba ya a otros países en la producción de azúcar, por delante de Brasil, Jamaica, Barbados y Martinica. Una de las razones fue la apertura del mercado de las destilerías estadounidenses, que necesitaban el azúcar que no podían importar de las colonias inglesas, que bloqueaban de este modo la independencia de la ex colonia. Por entonces, las inversiones francesas excedían los 1.600 millones de francos. En 1789, la plusvalía robada a Haití por Francia suponía dos tercios de la economía francesa. Medio millón de esclavos negros explotados en 800 ingenios, añilerías y cafetales fueron parte esencial de la acumulación originaria para poner en marcha el capitalismo industrial europeo. La población haitiana se dividía en esclavos negros (aproximadamente más de 500.000), mulatos y hombres de color libres (30.000), y Grandes Blancos, dueños de la tierra y la riqueza (30.000), los blancos criollos (petit blanc) pequeños productores, artesanos y funcionarios del Estado, que trabajaban para los Grandes Blancos, muchos de ellos residentes en Francia (absentistas), y contra quienes comenzaron a desarrollar un creciente resentimiento (10.000). Parte de los mulatos consiguieron hacerse dueños de plantaciones y se enriquecieron igualmente con la explotación de los esclavos negros. Llegaron a poseer la cuarta parte de los esclavos y la tercera parte de las tierras. Pero los mulatos ricos pronto sentirían el desprecio racista de los blancos criollos y metropolitanos. El resentimiento generado lo descargaban contra sus esclavos negros y contra los pocos negros libres[3]. Los esclavos de los blancos y mulatos eran tratados cruelmente:

“Desde las cinco de la mañana, la campana los despertaba, y eran conducidos a golpes de látigo a los campos o a las fábricas donde trabajaban hasta la noche (...) diez y seis horas diarias (...) Abatidos por el trabajo de todo el día, a veces hasta la media noche, muchos esclavos dejaban de cocinar sus alimentos y lo comían crudos (...) Inclusive las dos horas que les concedían en medio de la jornada, y las vacaciones del domingo y días de fiesta, no estaban consagradas al descanso, pues debían atender al cultivo de pequeños huertos donde trataban de encontrar un suplemento a las raciones regulares (...) Se interrumpían los latigazos para aplicar al negro castigado un hierro candente en el cuello; y sobre la llaga sangrienta se le rociaba sal, pólvora, limón, cenizas (...) La tortura del collar de hierro se reservaba a las mujeres sospechosas de haberse provocado un aborto, y no se lo quitaban hasta no producir un niño (...) Un género de suplicio frecuente aún —dice Vassiére, testigo de la época— es el entierro de un negro vivo, a quien ante toda la dotación se le hace cavar su tumba a él mismo, cuya cabeza se le unta de azúcar a fin de que las moscas sean más devoradoras. A veces se varia este último suplicio: el paciente, desnudo, es amarrado cerca de un hormiguero, y habiéndolo frotados con un poco de azúcar, sus verdugos le derraman reiteradas cucharadas de hormigas desde el cráneo a la planta de los pies, haciéndolas entrar en todos los agujeros del cuerpo.”[4]

El pueblo haitiano negro, noble y revolucionario, se rebeló contra la esclavitud del capitalismo español y francés desde siempre[5]. El resultado de esas luchas le formó su genuina identidad. Una religión, el vudú; una lengua, el creole, y el orgullo de ser la primera república de esclavos negros que dio el primer paso en la liberación de la esclavitud del imperialismo capitalista. Los levantamientos emancipadores fueron constantes durante los siglos XVII y XVIII. Testimonio de ello son: La rebelión del esclavo Padrejean, en Port-de-Paix (1678); de Janot Marin y Georges Dollot, alias Pierrot (1691); de 300 africanos esclavos, en Quartier-Morin (1697); del esclavo Michel, en Bahoruco (1719); de Colas, el de una sola pierna (1724); de Plymouth (1730); de Polydor (1734); de Pompée (1747); de Médor (1757); de F. Mackandal (1751). Secuestrado en el Congo cuando tenía 12 años, traído al Caribe y vendido como esclavo, huye de la esclavitud y se convierte en un cimarrón (un revolucionario) decidido a luchar contra los franceses y terminar con la esclavitud. Después de 5 años de lucha es apresado y quemado vivo el 20 de enero de 1758; de un grupo de esclavos liderados por Noël, Isaac y Pyrrhus Candide, Telemaque Canga y Jacques (1775); de Santiague, Philippe y Kébinda, en Bahoruco (1785); de Jérôme, alias Poteau, en Marmelade (1786); de Yaya, en Trou (1787); de Bookman (1791), esclavo de origen africano y llevado a Jamaica, fue vendido por su propietario inglés a los franceses después de que hubiese intentado enseñar a leer a los demás esclavos de la plantación. Junto con Jean François y Biassou inician el levantamiento negro. A ellos se unirán Toussaint L'Ouverture, Jean-Jacques Dessalines y Henri Christophe[6].

Toussaint tomará el liderazgo de la revolución. En su lucha por la libertad de los esclavos, no sólo tuvo que enfrenar y derrotar a los franceses, españoles y mulatos, sino también a los ingleses. Todos ellos urgidos porque el Saturno capitalista no perdiera la sangre esclava negra, e interesados en evitar que el triunfo de la libertad de los esclavos haitianos pudiese contagiar al resto de las demás colonias (v.gr. Barbados, Brasil, Cuba, Jamaica, Puerto Rico, Venezuela, etc.). Los imperios se coaligaron contra la revolución de los esclavos. Los españoles atacaban por el este, los ingleses invadieron por el oeste. En 1798, un ejército, un pueblo de 48.000 negros derrotó a las tropas inglesas. Después de 5 años de agresión imperial, los ingleses perdieron la guerra que buscaba someter nuevamente a los osados cimarrones negros al yugo del capitalismo. En el frustrado intento se dejaron miles de soldados y 5 millones de libras esterlinas.

Toussaint había conseguido el fin de la esclavitud física de los negros, y aunque no proclamada, de hecho había obtenido también la independencia política. Pero aún quedaba por hacer lo más difícil (el socialismo): la eliminación de las causas de la esclavitud capitalista, para de ese modo no volver a amarrarse a sus cadenas en ‘esclavitud voluntaria’. En esa colosal tarea, al gobierno Toussaint le faltó ser, a su modo y tiempo, socialista. Urgido por la necesidad de producción para alimentar a la población exhausta después de 10 años de guerra, y de seguridad para evitar el pillaje y saqueos: 1º) No repartió las tierras de las grandes plantaciones, sino que concilió con sus antiguos dueños blancos y mestizos; 2º) Con la finalidad de evitar un minifundio que bajase la producción, mantuvo las grandes plantaciones y el modo de producción capitalista colonial. Impuso, con vigilancia militar, el trabajo obligatorio y asalariado, con retribución en especie que consistía en la alimentación más un cuarto del producto de la cosecha. El pueblo pasaba de ser esclavo a campesino asalariado, que ahora podía arrendar tierras. El excedente de la producción se lo apropiaban los dueños de los ingenios y el Estado. El gobierno de Toussaint consiguió elevar la producción, pero la perversidad del sistema capitalista en que se sustentaba fue generando una elite militar de negros y mulatos que paulatinamente se apropiaron de los excedentes estatales centralizados. 3º) Vaciló en proclamar la independencia política de Francia, que no paraba de hostigarle[7].

Apoyándose en el tratado de Basilea de 1795, por el que España cedía Santo Domingo a Francia, Toussaint acudió a la demanda de liberación de los hermanos negros. En enero de 1801 ocupó Santo Domingo, mientras la clase esclavita imperialista dominicana huía a Venezuela, Cuba y Puerto Rico. Las principales medidas que tomó para el gobierno de toda la isla fueron: 1ª Decretar la abolición de la esclavitud; 2ª Limitar la parcelación de las plantaciones; 3ª Establecer el trabajo obligatorio en las plantaciones; 4ª Subida del salario; 5ª Orientar la economía hacia la exportación, principalmente con Inglaterra y Estados Unidos, eliminando los impuestos que la gravaban; 6ª Iniciar la industrialización; 7ª Forma una policía marítima; 8ª Comenzar la creación de escuelas para la educación de los antiguos esclavos; 9º Convocar Asamblea Constituyente, el 9 de julio de 1801, de la que saldrá la primera Constitución de Quisqueya (La Española) unificada, significando, de facto, la independencia (autonomía) total de Francia.

El imperialismo capitalista francés no podía permitir que triunfase la revolución de los esclavos negros, ello suponía pérdida de territorio, fuerza de trabajo, y ejemplo para las otras colonias. En 1802 Napoleón Bonaparte envió 86 barcos y 50.000 soldados para reprimir la sublevación negra. Con la colaboración de los mulatos, los franceses apresaron a Toussaint L'Ouverture, y lo deportaron a Francia, donde murió el 7 de abril de 1803. En Haití, Jacques Dessalines toma la dirección de la resistencia negra. La crueldad de los franceses, de manos del general Leclerc, cuñado de Napoleón, facilitó la unidad de los negros y los mulatos en la lucha por la común bandera de la independencia. El 23 de noviembre de 1803 las tropas napoleónicas son derrotadas por la revolución negra. El 1º de Enero de 1804, Jacques Dessalines proclama la independencia política. Haití se convierte en el primer país del mundo donde los esclavos negros consiguen su liberación, terminan con la esclavitud, y conquistan la independencia política del imperialismo colonial capitalista. La esclavitud tardaría aún tiempo en ser eliminada formalmente[8] en el imperio: El Reino Unido lo hizo en 1834, Francia, en 1848, EEUU, 1865, y España en 1886[9]. Con el triunfo de la revolución en Haití en 1804 comienza todo un proceso de revoluciones por la independencia política en nuestra América. El año siguiente se aprobó la Constitución de 1805. En ella se prohibía la compra de tierras a cualquier blanco, así como se apostaba por la unificación de la isla bajo la bandera del Imperio de Haití.

La revolución del pueblo haitiano, dirigida por Toussaint y Dessalines, consiguió la nacionalización de la tierra, la libertad de los esclavos y la independencia política. Haití, como la primera nación libre e independiente de América Latina, pronto comenzó su internacionalismo revolucionario. Apoyaron a los hermanos Miguel y Fernando Carabaño, en su lucha por la liberación de Cartagena. Asimismo, colaboraron con los mexicanos Toledo y Herrera, y Francisco Javier Mina, a quien se unieron marineros haitianos en su ataque al imperio colonial en México. En 1806 llegó a sus tierras George Martin, pseudónimo de Francisco Miranda. El objeto de su visita era pedir ayuda para la liberación de Venezuela. Miranda estuvo durante mes y medio en Haití viendo por sus propios ojos la realidad de la liberación de los esclavos negros. Además de esa importante experiencia, Haití le proporcionó armas y soldados. El día de Navidad de 1815 Bolívar llegó a Haití procedente de Jamaica. El 2 de enero de 1816 se entrevistó con el presidente haitiano, Alexandre Pétion, quien presta ayuda a Bolívar en la liberación de nuestra América. Haití aportó 2.000 fusiles. Y al año siguiente, 4.000 fusiles, 15.000 libras de pólvora, y 15.000 libras de plomo, una imprenta, 30 oficiales haitianos y 600 voluntarios. De allí partió Bolívar en su expedición de Los Cayos para la liberación de Venezuela. La experiencia de la liberación de los esclavos en Haití influyó en los libertadores de tal modo que Miranda propondrá su libertad en 1811, cuando fue Presidente de la Junta de Gobierno de Venezuela. Y Simón Bolívar quedó determinado a abolir la esclavitud en toda América Latina.

Pero el monstruo del imperialismo capitalista internacional estaba ávido de plusvalías y dispuesto a embestir contra toda revolución. La recién estrenada independencia política fue socavada (interrumpida hasta hoy) desde sus inicios por el imperialismo económico francés, inglés y estadounidense. Mediante el uso del endeudamiento y los constantes bloqueos impidieron la independencia económica del pueblo haitiano. En 1825, Francia impuso a Haití el pago de ciento cincuenta millones de francos destinados como indemnización a sus antiguos colonos. Para pagar esa deuda ignominiosa y salir de los constantes bloqueos, el territorio haitiano quedó expuesto a la avaricia de múltiples inversionistas extranjeros que se apropiaron de las prósperas plantaciones, puertos y ferrocarriles. La riqueza de la producción de la caña de azúcar fue a parar a bolsillos extranjeros. El país generó pronto un déficit comercial que le condujo a endeudarse quedando sometido a los acreedores internacionales, principalmente norteamericanos. Haití comenzó el pago de una deuda injusta a Francia en 1825 y finalizó en 1947[10]. Pero para entonces ya le había clavado sus garras el águila imperial.


El imperialismo estadounidense (1804---)

Sin liberación y soberanía económica la independencia política termina siendo pura apariencia que conduce al liberto ‘voluntariamente’ a ponerse él mismo las cadenas de nuevo. Desde 1825, la sombra del águila estadounidense fue sintiéndose en Haití cada vez más cerca en la económica, la política y militarmente. Estados Unidos intervino en Haití en 19 ocasiones entre 1857 y 1900. Las agresiones militares eran también jurídicas. Particularmente de modificaciones constitucionales con objeto de legitimar jurídicamente la invasión. Desde 1804 Haití ha tenido 23 Constituciones. El imperialismo estadounidense quitó el obstáculo de la Constitución de 1889, que no preveía la intervención extranjera. En 1891 bloqueó las costas haitianas para presionar y conseguir la instalación de una base naval en Molé de Saint-Nicholas. En 1910, mediante los préstamos de la Casa Speyer and Co. y del National City Bank, así como del Contrato MacDonald consiguió hacerse con la soberanía financiera de Haití. Se apropiaron del tesoro nacional, entregándoselo a los bancos estadounidenses. En 1915, argumentando la Doctrina Monroe, invadió y ocupó militarmente Haití. Y en 1916, ocuparon toda la isla invadiendo la República Dominicana, donde permanecerían hasta 1924. Los objetivos de la invasión militar fueron la apropiación capitalista y el dominio geoestratégico. De esta forma se expropiaba lo que quedaba de soberanía económica en Haití, se afianzaba la hegemonía militar en la zona, y se controlaba el comercio del naciente Canal de Panamá. En 1918 impusieron una Constitución, que había redactado el subsecretario Naval estadounidense Franklin D. Roosevelt, en la que se permitía que los extranjeros pudiesen adquirir tierras, algo que estaba prohibido desde la Independencia.

Sin embargo, el espíritu revolucionario (cimarrón) del pueblo haitiano, bajo la dirección de Charlemagne Péralte, volvió a despertarse y plantó una férrea resistencia a la invasión. La Revolución de los Cacos (campesinos) no pudo ser aplastada ni con el intenso bombardeo de la aviación. Los revolucionarios liberaron parte de la zona norte de Haití. Pero, en 1919 Péralte es traicionado por uno de los suyos, y asesinado. El ejército estadounidense se impondrá sobre la resistencia ocupando militarmente el país hasta 1934. En este año los militares se marchan una vez que dejan asegurado el control de la nación. Todo quedaba tranquilo. El 40% del producto interno bruto fluía hacia los bancos norteamericanos, y los revolucionarios, entre 15.000 y 30.000, habían sido asesinados.

Desde 1934 hasta 2004 el dominio imperial estadounidense continuó mediante el control ‘a distancia’ de las instituciones del Estado (religiosas, educativas, económicas, políticas) pseudolegitimadas por la farsa de las elecciones burguesas, el apoyo del uso de las fuerzas represivas nacionales, y los golpes militares. Particularmente cruel fue la dictadura fascista que se inicia en 1957, apoyada por los Estados Unidos, de manos del médico genocida, François Duvalier. Enfriada la colaboración estadounidense durante la presidencia de Kennedy (1961-1963), tras su asesinato, Estados Unidos apoya más decididamente el gobierno de Duvalier, declaradamente anticomunista, en parte para contrarrestar la influencia de la Cuba revolucionaria. Los linchamientos masivos de la población más organizada a manos de los tonton-macoutes eran frecuentes. En 1971 le sucede su hijo Jean-Claude Duvalier (Baby Doc). El embajador norteamericano Clinton Knox comprometió la ayuda del gobierno estadounidense para que Duvalier hijo tomase posesión y el Pentágono envió buques de guerra para impedir a la oposición hacerse con el poder. En 1984, Claude Duvalier convoca elecciones. La incipiente organización de la oposición siguió siendo reprimida. En enero de 1986, las huelgas, la presión popular por sus desmanes, junto a cierta presión internacional le obligó a exiliarse. Los Estados Unidos le sacan del país en un avión de su fuerza aérea, y Francia le dará asilo. Los genocidas padre e hijo son acusados de la muerte entre 50.000 y 150.000 personas. Entre ellos, unos 30.000 comunistas.

Desde 1986 a 1991 se suceden de nuevo elecciones teledirigidas y golpes de estado. La Constitución burguesa de 1987 será el marco jurídico para continuar el saqueo y explotación imperial. El 7 de febrero de 1991 asume la presidencia el sacerdote, ex salesiano, Jean Bertrand Aristide, partidario de la Teología de la Liberación, y candidato de la coalición Frente Nacional para el Cambio y la Democracia. Su programa consistía en alfabetizar al pueblo, luchar contra la pobreza extrema, subida salarial, la reforma agraria, y la lucha contra la corrupción y el narcotráfico. Contó con el apoyo mayoritario del pueblo. El programa político de Aristide ponía en peligro los intereses del capitalismo nacional y extranjero, e ideológicamente desafiaba el fanatismo del neoliberalismo imperialista estadounidense y del G7. Las empresas estadounidenses de ensamblado establecidas en Haití vieron peligrar su insaciable acumulación de plusvalías fruto de la explotación en régimen de esclavitud de los trabajadores haitianos. La Agencia Central de Inteligencia vino en su auxilio y prepararon, financiaron y pronunciaron un golpe militar contra Aristide, el 30 de septiembre, ejecutado por el general Raoul Cédras. Aristide termina en el exilio. Tras tres años exiliado, Aristide regresa el 15 de octubre de 1994, con competencias limitadas por Estados Unidos a su plan de gobierno. Le traían para no más que inaugurar las lápidas de las víctimas de los escuadrones de la muerte. Al finalizar su mandato es elegido Préval (1996-2001). En el año 2000 hay un intento frustrado de golpe de Estado a manos de Guy Philippe, miembro de los escuadrones de la muerte de los años 80 bajo la dinastía Duvalier, declarado admirador de Pinochet, formado en los años 1990 en Ecuador por las fuerzas estadounidenses, narcotraficante, y comisario de policía de Cap Haitien. Se refugió en la embajada de los Estados Unidos y luego se exilió en la República Dominicana. En 2001 Aristide es elegido nuevamente presidente. En 2003, el francés Regis Debray, delator del Che en Bolivia, exige la renuncia a Aristide. Ante su negatoria, en febrero de 2004, Estados Unidos, particularmente el activo Instituto Republicano Internacional, y su quinta columna en Haití, el grupo Convergencia Democrática y el Grupo 184 (formado por 184 asociaciones del sector privado), con el apoyo de las tropas multinacionales francesas y canadienses, desestabilizan, secuestran y deportan a Aristide a la República Centroafricana. Ante las denuncias del hecho por el propio Aristide, la CARICOM solicita la investigación de los hechos por la ONU. Francia y EE.UU. anuncian su veto. Durante este tiempo aproximadamente unas 4.000 personas fueron asesinadas y 12.000 se vieron forzadas a emigrar.

En 2004 se inicia una nueva ocupación militar estadounidense de Haití. La ONU aprueba una llamada Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH). Esta misión tiene asignado un presupuesto anual de 600 millones de dólares. Sus prácticas han sido denunciadas por corrupción por la organización inglesa Save the Children (No one to turn on to, 2008), debido a sus delitos reiterados contra el pueblo haitiano: violaciones sexuales, maltrato o incitación a la prostitución de niñas y niños, etc. El pueblo también ha rechazado estas fuerzas porque su comportamiento es propio de una ocupación militar.. En 2006, el pueblo a través del mecanismo de la partidocracia capitalista, elige a René Préval. Al gobierno de René Préval, el Banco Mundial y el FMI imponen el Programa de Ajuste estructural (PAE), como condición de ayuda. Sus principales acreedores, el Grupo de los 8 (G8): Italia, Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania, Japón, Canadá y Rusia. Todos ellos exigen la privatización de servicios públicos, la desregulación, la liberalización de los mercados y reducción del gasto social. Desde la ocupación en 2004, del MINUSTAH, algunos estiman que se ha asesinado a más de 15.000 haitianos.

Con motivo del terremoto de 2010 la camuflada intervención militar estadounidense, iniciada en 2004, se ha profundizado. Sus medios de comunicación lo han preparado presentando al pueblo haitiano como ingobernable, y necesitado de la ‘ayuda militar’ estadounidense[11]. Estados Unidos ha posicionado en las costas de Haití (próximas a las de Cuba, 74 km), un portaviones nuclear (USS Carl Vinson), dos buques de asalto anfibio (USS Bataan, USS Nassau), 20,000 militares, 23 navíos y 120 aviones. La base de Guantánamo presta su ayuda. La coartada de la ayuda, en este caso contra el narcotráfico, también se utiliza para justificar el establecimiento de 7 bases militares estadounidenses en Colombia, y 11 en Panamá. A ellas se suma la de Honduras (Palmerola), utilizada, por cierto, en el secuestro y expulsión del presidente Zelaya en el golpe de Estado del 28 de junio 2009. Todo un despliegue militar completado con la reactivación del Instituto de Cooperación para la Seguridad Hemisférica (antigua Escuela de las América), desde 2001, y de la IV Flota, en 2008[12].

Se han sucedido en la escena los actores imperiales pero la agresión imperialista se ha mantenido contra Haití desde hace 500 años. La constante ha sido la expropiación desalmada e inmisericorde de sus medios de producción, fuerza de trabajo y saberes. El estado en que se encuentra hoy el país más empobrecido de América Latina es el de Lázaro reventado por el rico Epulón. Una trágica confirmación del destino que les espera a los pueblos bajo el capitalismo imperialista. Veamos el estado de necesidad del pueblo haitiano:

El territorio de Haití está sometido a una erosión altísima. Si en 1925 estaba destruido 60% de los bosques, hoy es el 98%. El 30 % es tierra arable, de la cual se dedica al cultivo sólo el 11,6 %. El 4% de la población ha expropiado la tierra al pueblo y se ha apropiado del 65% de ella. Con un censo cercano a los 9 millones de personas, la población activa es de 3,6 millones. De ellas, el 66 % se dedica a la agricultura, el 25% a los servicios y el 9% a la industria. La población campesina, que produce el 40% de los alimentos del autoconsumo, es la que más ha resistido la agresión imperial económica y militar. Los productos agrícolas son principalmente café, mangos, caña de azúcar, arroz, maíz, sorgo y madera. A la exportación se destina café, aceites, mangos, productos manufacturados y textiles. Las exportaciones ascienden a unos 554, 8 millones de dólares (2007), principalmente a los Estados Unidos (70%). Allí llega también, por cierto desde Haití y dos siglos después de la intervención estadounidense, el 40% de la cocaína que ellos consumen. Las importaciones, que alcanzaron en 2007 los 1.844 millones de dólares, provienen en un 41,2% de Estados Unidos y un 15% de las Antillas Holandesas. De la mitad de la producción del país se ha apoderado el 1% de la población (blanco, y parte extranjeros). Los mecanismos son de lo más variados. Por ejemplo, en 1978, con la escusa de problemas sanitarios, Estados Unidos consiguió que Haití sacrificase todos los cerdos autóctonos (1.3 millones). El mercado quedó libre para ser sustituidos por los cerdos de las multinacionales. La expropiación de los medios de producción llegaría al paroxismo en la década de los 80 y 90. Las trasnacionales consiguieron acaparar la producción nacional de arroz. Los campesinos se vieron forzados a abandonar sus tierras, emigrar a Puerto Príncipe, y vender su fuerza de trabajo por poco más de un dólar al día, agonizando en la indignidad de chabolas insalubres. La expropiación a manos del capitalismo continuó con las empresas estatales, bancos, molinos de cereales, cementeras, empresas de telefonías, minas, etc. En Haití, los trabajadores explotados por las multinacionales producen alimentos como el azúcar, textiles y equipamientos prácticamente gratis. Además de todo esto, hay estudios que apuntan a las posibles reservas de petróleo en aguas haitianas como otras de las causas del ávido interés de los Estados Unidos por la ocupación de Haití.

Una de las consecuencias de la expropiación económica de los medios de producción y la fuerza de trabajo ha sido que Haití pierda la posibilidad de soñar con la soberanía alimentaria. En 1970 el país producía prácticamente el 90% de su demanda alimentaria. Actualmente se importa cerca del 55% de todos los géneros alimentarios que se consumen. En el caso concreto de la producción del arroz, se le arrebató la autosuficiencia y pasó a ser importador del arroz estadounidense. Las importaciones de cereales son crecientes. Otra consecuencia es la desigualdad social y la creciente pobreza del pueblo. Mientras el 80% de la población vive en pobreza extrema, el PIB es de aproximadamente U$ 11.570 millones (2008), debiendo corresponder el ingreso per cápita a unos U$ 1.317. Sin embargo, la ya engañosa medición de la renta per cápita no puede ocultar que la mayor parte de la población sobrevive con un dólar al día (U$ 365). Haití es uno de los países con mayores desigualdades sociales, y donde la agresión contra el pueblo por parte de la clase que se ha apoderado de los medios de producción es más feroz y genocida. El 60% de la población está desempleada. Del 40% que tiene trabajo informal, la mayor parte es explotada por sueldos que no llegan a los dos dólares diarios. Las maquiladoras pagan esos salarios ignominiosos para engordar las plusvalías de las firmas como Sears, Wall-Mart, Disney, etc. Una extracción de plusvalías y acumulación capitalista causante de que 6.000.000 de personas no logren obtener un plato de comida diario y el otro tercio sólo consiga una escasa ración que no cubre las exigencias nutricionales básicas. A causa de esta situación, aproximadamente un millón de haitianos se han visto forzados a emigrar a la República Dominicana, Estados Unidos, y Bahamas. Ante la magnitud del terremoto de 2010, las instituciones financieras ‘acreedoras’ internacionales como el FMI, el BID y el G8 han decidido condonar parte de la deuda a Haití (1463 millones de dólares, en 2008). Habrá que ver si termina siendo verdad, y en qué condiciones.

Más allá de la expropiación de la tierra y la fuerza de trabajo, otra causa del genocidio del pueblo es la privatización de los servicios públicos de seguridad social. El pueblo desnutrido no sueña ni siquiera con un servicio público de salud. Enfermos, el acceso a un médico (0.25 médico por cada 1.000 habitantes) y medicinas es un lujo. Las condiciones sanitarias son inexistentes y deficientes para la mayoría. La mayor parte de la población carece de acceso al agua potable y saneamiento, sólo el 10% tiene acceso a la electricidad. Puerto Príncipe no tiene un sistema de recogida y tratamiento de basura. El poco alcantarillado que hay es de la época colonial. Las plagas de ratas y cucarachas son constantes. No cesa tampoco el azote de las enfermedades como fiebre tifoidea, dengue, paludismo, leptospirosis, sida, etc. En consecuencia, la esperanza de vida se acorta a los 53 años, con una tasa de mortalidad de 117 de cada 1.000 niños nacidos vivos menores de 5 años.

Este estado sangrante de necesidades se completa con la ya originaria expropiación al pueblo de sus instituciones políticas, su ejército y policía, así como de los medios de comunicación y educación. La educación está privatizada, es una mera mercancía capitalista. El 50% de los jóvenes y adultos con más de 15 años son analfabetos. Sólo el 2% concluye la secundaria. A la universidad accede el 1% de la población. El 80% de los niños y niñas que van a la escuela lo hacen en centros privados que especulan con el saber y ahogan más a los padres. Una vez allí, gracias a la privatización del contenido de la enseñanza son educados en los valores culturales del mercado ‘educativo’ capitalista. De quienes consiguen cierta formación, el 80% emigra.

Hoy, un mes después del terremoto del 12 de enero de 2010, el pueblo haitiano unge a sus muertos, heridos y desaparecidos con el óleo del ALBA y de todos los hombres y mujeres dignos del mundo. Haciendo recuento sólo desde 1998, los médicos cubanos se hicieron prójimos y están aplicando el ungüento de la ley primera a quienes fueron apaleados por el agresor imperialista mucho antes del temblor. Desde entonces, más de 6000 médicos han sanado solidariamente las heridas de miles de haitianos lacerados por la injusticia de este mundo. Han realizado más de 14.000.000 de consultas médicas, 225.000 cirugías, 100.000 partos, 47.273 operaciones de la vista. Las aulas cubanas se han abierto para graduar 570 haitianos en medicina, además de los 541 que siguen cursando la carrera. Es el mismo internacionalismo revolucionario que movió a la tierra de Bolívar y Miranda con el envío inmediato de casas de campaña, equipos médicos, medicamentos, alimentos, y a la condonación de la deuda económica de 167 millones de dólares. Es la ley primera que conmovió a Bolivia, Ecuador, Nicaragua y otros muchos países hermanos. Es el espíritu que ha comprometido a UNASUR[13].

El dolor de 500 años sigue clamando sanación en Haití. Es el grito de Enriquillo, Mackandal, Toussaint, Péralte que vuelven. Son los mártires comunistas que se levantan entre los escombros del imperio capitalista. Es el grito de: Jacques Stephen Alexis, miembro del Partido Comunista haitiano (PCH) y fundador del Partido de la Entente Popular (PEP) en 1959. Junto a los revolucionarios Charles Adrien-Georges, Guy Beliard, Hubert Dupuis-Nouillé y Max Monroe entraron clandestinamente en el país en 1961. Capturados por F. Duvalier, fueron torturados y desaparecidos; de Michel Corvington, asesinado en junio 1969 en Fort Dimanche; Fred Baptiste dirigente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Haití muerto en prisión en 1975; Jean Jacques Dessalines Ambroise, profesor comunista asesinado en 1965; Guy Lominy; Eddy Petit, asesinado en 1969; Lucien Daumec, afiliado a la Federación de trabajadores haitianos miembro del PCH, miembro del Partido Unión de los Demócratas haitianos (PUDA-comunista), torturado hasta la muerte con su hijo Frantz de 16 años; Mario Rameau, veterano dirigente comunista del PPLN, asesinado en 1965; Gérald Brisson, Secretario del CC del Partido Unificado de los Comunistas Haitianos (PUCH nacido de la fusión del PPLN Y del PEP), asesinado el 2 de junio de 1969. Es la unción de los 21 miembros del CC asesinados en 1969; Raymond Jean François; Jacqueline Volel Brisson, esposa de Gérald Brisson, organizadora de la resistencia comunista en Puerto Príncipe; Adrien Sansarik, miembro del Comité local del PUCH en Puerto Príncipe asesinado en 1969, compañero del Che Guevara en la operación guerrillera en el Congo; Jacques Jeannot, miembro de la dirección local comunista en la capital, asesinado; Alix Lamauthe, asesinado el 26 de marzo de 1969 junto a Roger Méhu, militante del PUCH. Es la unción de los 30 jóvenes comunistas asesinados el 14 de abril de 1969 en Fort Dimanche; de los centenares de simpatizantes comunistas y de izquierda asesinados el 22 de julio de 1969; de Fred Baptiste, guerrillero comunista, muerto en prisión en 1975; de Anthony Lespès, poeta y fundador del Partido Socialista Popular (PSP), muerto en 1978, a consecuencia de su encarcelamiento….[14]

Es el Caribe Cimarrón, que educado en la escuela de Pierre Roumel, grita por boca de Hilarius: ¡Fuera la Ocupación! ¡Construyamos el Socialismo! ¡Hagamos la Revolución![15]

[1] Miembro de la Asociación Latinoamericana de Economía Política Marxista (ALEM).
[2]Cfr. Jamérico Lugo, Historia de Santo Domingo. Edad media de la Isla Española. Desde 1566 hasta 1608 (Santo Domingo, 1952); Haití: Primera Nación Independiente de América Latina: Todo es Historia (Buenos Aires) nº 245 (1987); E. Cordero Michel, La Revolución Haitiana y Santo Domingo (Santo Domingo, 1968); Junius P. Rodriguez (ed.), Encyclopedia of Slave Resistance and Rebellion [2 vols] (Greenwoods Press, 2006).
[3] Haití: Primera Nación Independiente de América Latina: Revista Todo es Historia (Buenos Aires), a. c.
[4] José Luciano Franco, Historia de la Revolución de Haití (Santo Domingo: Editora Nacional, 1971) 137-141, citado en: Haití: Primera Nación Independiente de América Latina: Revista Todo es Historia (Buenos Aires) nº 245 (1987).
[5] Cfr. O. A. Thomson, Huida a la libertad. Fugitivos y cimarrones africanos en el Caribe (México: Siglo XXI, 2005).
[6] Cfr. James Barskett; Placide-Justin, Histoire Politique et statistique de L’île d’Hayti (Paris: Brière Libraire, 1826); O. A. Thomson, Huida a la libertad. Fugitivos y cimarrones africanos en el Caribe, o. c.
[7] Cfr. José Luciano Franco, Historia de la Revolución de Haití o. c.
[8] Decimos formalmente, porque, materialmente, el imperialismo capitalista nunca puede eliminar la esclavitud (sea involuntaria (física), o ‘voluntaria’ (salarial)) porque hacerlo sería su propia negación.
[9] Junius P. Rodriguez (ed.), Encyclopedia of Slave Resistance and Rebellion, o. c.,; Irma Leites, Un genocidio prolongado en el tiempo, 13 de enero 2010. http://www.albatv.org/Haiti-un-genocidio-prolongado-en.html.
[10] Dan Beeton, Erase una vez el país más rico de Las Antillas. 200 años de terremoto económico en Haití: Rebelión, 3 de febrero de 2010.
[11] A. E. Ceceña, H. Miranda, D. Barrios, R. Yedra, La jugada del Caribe: Rebelión, 3 de febrero de 2010.
[12] Ibid.
[13] José Steinsleger, Haití, Cuba y la ley primera: La Jornada, 3 de febrero de 2010.
[14] Les martyrs communistes de l’indépendance haïtienne, publicado el 26 de enero de 2010
http://socio13.wordpress.com/2010/01/26/les-martyres-communistes-de-lindependance-haitienne/
[15] Jacques Stephen Alexis, Compère général Soleil (Paris: Gallimard en 1955).

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