quarta-feira, 3 de novembro de 2010

La Ley de Caducidad y la tragedia de la democracia uruguaya

La Ley de Caducidad y la tragedia de la democracia uruguaya

Fernando Gutiérrez Almeira


Dedicado a Diego Estin Geymonat

Se piensa muchas veces la democracia como gobierno de las mayorías puesto que entregadas las decisiones a la totalidad de la ciudadanía en una democracia esta tomará siempre esas decisiones por la imposición mayoritaria de una parte de ella. La democracia entendida en este puro sentido, en su pureza definicional, no es otra cosa que una forma de tiranía disfrazada, pues si la mayoría ante si y sin restricción pudiera imponer siempre su voluntad y esta voluntad consistiera precisamente en aplastar o ignorar los derechos más elementales de las minorías, entonces la democracia se convierte en una forma de validar tamaña injusticia, tamaño abuso, tamaño desprecio hacia los intereses minoritarios.
Aquí tenemos dos opciones...o bien declararnos contrarios a la idea de democracia, o bien declararnos al menos contrarios a la idea de una pura democracia donde la mayoria puede siempre, ilimitadamente y sin que nada la pueda objetar, imponer su voluntad sin medida sobre cualquier aspecto de la vida de los individuos y de las minorias disidentes, incluso decidiendo sobre sus propiedades, sus vidas, sus cuerpos, sus destinos. La decisión es clara: debemos, aún conociendo el riesgo aquí manifiesto de que la democracia se reinterprete como tirania popular constituyéndose en fascismo, debemos, digo, sostener la idea de democracia no ya en su pureza sino enmarcada de tal manera que no puedan darse tales excesos mayoritarios.
¿En qué consiste, pues, la tragedia de la democracia? Prestémosle aquí la palabra a Carlos Vaz Ferreira, nuestro gran filósofo, que al momento de manifestarlas allá por 1920 pareció profetizar el oscurantismo fascista: "La tragedia de la democracia proviene de que la democracia estaba mal fundada...Tenía que sobrevenir mal. La fundamentación de la democracia era racionalmente falsa en lo teórico y en lo práctico: en lo teórico desde luego, porque mayoría no solo no es garantía de superioridad ni en lo intelectual ni en lo moral...sino que mayoría TAMPOCO PUEDE DAR, TEÓRICAMENTE, DERECHOS NI SOBERANÍA."
Por supuesto que no se manifestó jamás Carlos Vaz Ferreira contra la democracia sino que la impulsó con sus hechos y con sus palabras, pero conociendo que entenderla como imposición mayoritaria irrestricta ella no daba garantías ninguna ni sobre los derechos de las personas, ni sobre la soberanía ciudadana ni sobre la idoneidad de los gobernantes.
¿Cuál es la solución a esta tragedia? La solución consiste en mixturar la idea de democracia con la idea de república...pudiéndose hablar de un régimen republicano democrático, donde la forma democrática de toma de decisiones quede enmarcada y limitada fuertemente por un marco legal, por un orden de leyes constitucional. Ciertamente las mayorías en un régimen así pueden decidir por si y ante sí en todo lo que les convenga, pero ciertamente también todo lo que les sea conveniente a las mayorías no podrá quebrar el pacto ciudadano que constituye la república, pacto constitucional en el que quedarán siempre impresos tanto la soberanía ciudadana por encima de cualquier prerrogativa mayoritaria, como, sobre todo, los derechos de las personas a su propiedad, su bienestar, su libertad, su dignidad, su vida. El enmarcamiento republicano del proceder democrático, limitando las potestades mayoritarias a fin de proteger a las minorias, a las familias y a los individuos de los excesos mayoritarios que pudieran darse por exceso democrático, es lo que permitirá siempre sostener tanto la democracia como el imperio de las leyes.
Pero el continuo discurso democrático purista, casi fanático, en el que se hayan envueltas muchas conciencias impide ver que la democracia entendida en su pureza y sin limites que la enmarquen y hagan realmente valiosa es un peligro y una falsedad que pronto se diluye en el fascismo. De modo que hay que insistir siempre que por encima de todo derecho de decisión que pueda abrogarse a las mayorías democráticas debe sostenerse siempre el imperio de las leyes, los derechos de las minorias a existir y manifestar su discrepancia y sobre todo el derecho de los individuos a existir y manifestar su discrepancia, con el respeto hacia sus vidas, sus familias y sus bienes.
Con la Ley de Caducidad lamentablemente, en Uruguay, los legisladores nos hicieron caer directamente en la tragedia democrática, imponiendo por mayoría parlamentaria aquello que jamás debería imponerse, ignorando rampantes nuestra constitucion en la que sin lugar a dudas ni miramientos se sostiene el derecho de los individuos a existir y a que su existencia sea defendida de las aberraciones del asesinato y la tortura, y tanto más diré, si han sido funcionarios estatales los que han ido contra su existencia sin siquiera respetar el derecho consagrado universalmente del hábeas corpus. Digámoslo con sencillez: la constitución uruguaya, una de las constituciones repúblicanas más avanzadas que jamás se haya otorgado a si mismo pueblo alguno, garantiza a todos los ciudadanos, sea cuales sean sus delitos el derecho a un legítimo reclamo frente a la justicia y el derecho a la vida, que no puede ser quitada sea cual sea la justificación que se quiera esgrimir. Y lo que hicieron los legisladores al votar la Ley de Caducidad, es imponerse mayoritariamente sin restricción alguna, por encima de la constitucion, ignorándola, quitándole a las víctimas de los crímenes dictatoriales, los cuales no pueden ser otra cosa que crímenes por cuanto una dictadura ya es un crimen contra la Constitución, quitándoles, digo, a las víctimas de la dictadura, asesinadas e incluso negadas en su derecho al hábeas corpus, no solo el derecho a reclamar frente a la justicia estatal, sino el mismisimo derecho a la vida que les habia sido extirpado por el propio estado uruguayo.
Pero la tragedia no terminó allí sino que posteriormente y creyendo que esta era la vía que debía implementarse, quienes se oponian con razón a la existencia de esta ley anticonstitucional (y así ha sido establecido ya por el poder judicial), recurrieron a la via plebiscitaria dos veces para derogarla o anularla. ¡Error grave en el que todos los uruguayos se dieron cita! Se entregó a la decisión de la mayoría mucho más de lo que puede entregarse...¡se entregó a la mayoría el derecho a decidir sobre la vida y muerte y el acceso a la justicia de personas a las que jamás se les podría negar tal cosa por el mero hecho de ser personas! Nunca la mayoria democrática debería haber sido consultada sobre semejante cuestión porque la Constitucion le garantiza a los individuos estos derechos que son inalienables aún ante la voluntad mayoritaria. Y sea lo que sea que la mayoría haya decidido acerca de la Ley de Caducidad esta decisión es tan nula y anticonstitucional como la misma Ley de Caducidad. Asi és, debemos reconocerlo: plebiscitar sobre aquello que ya esta fuera de la ley, que ya esta fuera de la vida de la republica, que ha sido forjado sobre las cenizas de una dictadura que pisoteó nuestra Constitucion, no solo es inconducente sino terminantemente tan írrito y nulo como aquello mismo que se plebiscitaba. Porque a la mayoría hay que reconocerle todas las potestades que se le puedan y deban reconocer para bien de la democracia, pero deben negársele todas aquellas potestades que jamás podrá tener en una república, es decir, potestades sobre las vidas, bienes y garantias de los individuos y de las minorias. No hay plebiscito que pueda legitimar la aberración de la tortura y el asesinato, no hay mayoria que pueda abrogarse el derecho a tal legitimación. Jamás debió convocarse al establecimiento de una mayoría allí donde ninguna mayoría puede tener potestad de decidir. Pero se hizo y esa es hoy la tragedia de nuestra democracia.
¿Qué puede rescatarnos de este hundimiento que se ha producido en nuestra vida republicano democrática a causa del exceso de la Ley de Caducidad, exceso cometido con un pragmatismo que una vez más sacrificó, como tantos actos pragmáticos, lo más valioso a lo más práctico? No veo que una ley interpretativa votada por una mayoria ajustada y partidista pueda saldar la conciencia uruguaya allí donde directa o indirectamente todos los uruguayos quisieron tener voto. Sin embargo, si con esto los legisladores imponen la constitucionalidad a las mayorias plebiscitarias que negaron, al refrendar la Ley de Caducidad, el derecho a la vida, la verdad y la justicia a sus conciudadanos, pues que se le imponga a las mayorias tal constitucionalidad, porque ninguna mayoria cirscunstancial puede abrogarse el derecho sobre la vida y muerte de las personas y ninguna mayoría puede pasar por encima de nuestra Constitución.